martes, 14 de septiembre de 2010

Para vos



Chiquito. Así me siento en algunos momentos. Justo ahora en este salón inmenso me siento así, chiquito.
Como un nene que ve su primer espectáculo de magia o que acompañado por sus abuelos, visita por primera vez el circo y se halla
maravillado por las luces y las sombras, y la omnipotencia de los decorados. Esperando a cada instante lo inesperado, conteniendo ese suspiro
que clama por salir. Atemorizado por las máscaras que se cruzan ante mi. Pero sin miedo.

Con la curiosidad de lo pequeño y lo inmenso,
con la intriga de hallar lo que esta oculto,
con el ansia de subirme a la rama mas alta...

Gracias a esto me siento vivo, al lado tuyo. Si tuyo, porque si lo estas leyendo en este momento será porque me abri un poco mas a compartirte una de estas cosas que me laten dentro. Por eso te observo y callo, te escucho silenciosamente, te pruebo, te tiento y te celo; y a veces aunque no lo desee también te  lastimo. Lo reconozco por eso te lo confieso, porque lo lamento.
Haciendo todo esto también quiero contarte, crezco, solo un poquito porque por mas alto que sea yo me sigo sintiendo chiquito.

¿Por que te confieso esto? Porque así lo quiero y porque nadie me lo dijo.
Porque lo entendí por mi mismo y se siente bien;
Esta alegria de pararme a tu lado y despegar un cachito del suelo,
se siente bien, me pide mas.

¿Por que no te lo dije mirándote a la cara?
Porque me siento chiquito, ya te lo dije.
Por eso me escondo detrás de un fino papel
y unas palabras garabateadas(o unos caracteres opacos en una pantalla),
porque lo veo mas bonito.
Aunque verdaderamente seria mas bonito seria poder
articular tartamudeando y rehuyendo tu mirada lo que siento.
Te prometo que lo haré, pronto, pero a su tiempo.

¿Por que te lo confieso ahora?
No lo se ni lo entiendo, pero asumo que la próxima vez que te vea tendré alguna idea.
Y volverá el vértigo a mis pies,
y aunque sea un poquito
me elevare del piso.
Pero no demasiado. Todavía me sigo sintiendo chiquito.

A los amigos.

Texto escrito en una hora robada de una cátedra de análisis matemático, en el subsuelo del pabellón III de ciudad universitaria. Revisado horas mas tarde, en ese momento de la noche, cuando se te aclaran las ideas.

viernes, 10 de septiembre de 2010

N.N.


Un pedazo de mi se escapa de mis adentros
cuando una descarnada imagen llega a mis ojos,
y contrastando con la anunciada primavera
su desgarbada figura yace en un banco al sol,
pasando inadvertida para muchos.

El payaso idiota quiere arrancarme carcajadas
buscando desalmar alguien mas en la gran ciudad
Peleo contra mi mismo y nada gano
solo una lagrima reprimida
y la amargura de no haber echo nada, 
solo me queda el consuelo de saber que estoy vivo
y el sueño ver en esas caras laceradas por la calle
algún dia la vida fluyendo a través de una sonrisa.

Detesto ser solo una plegaria, deseo ser obra y acción.

sábado, 4 de septiembre de 2010

La esquina del infinito


Camino,
siempre lo hago.
Me sorprendo recorriendo las calles
de los barrios que nunca visite.
Las plazas vacías de niños
que albergan la mugre y el recuerdo
de aquellos 
tiempos
en los que se soñaba diferente.
Apenas percibo mis pasos,
no se siente ni siquiera el eco 
mi respiración,
y las hojas que crujen bajo mis pies 
suenan mas bien lejanas, 
como perdidas en un equinoccio bipolar
en que intermitente-mente
pasan del marron al verde.
La basura de ayer
permanece en los cestos
que a nadie interesa recoger...

En la esquina un perro rehuye de mi mirada
y desaparece a través de una pared
bañada en graffittis coloridos que contrastan
con el gris de la tarde
o tal vez la mañana,
no lo puedo saber.
Y de pronto al llegar a la esquina
del otro lado a mi derecha
encuentro un bar,
y al disponerme a cruzar la calle
un corso de astronautas y
enmascarados con banderas
aborda los adoquines
y se disponen a navegar
entre los cauces dibujados por algun
mulato de principios del Siglo XIX.
Su frenesí descarriado me obnubila,
sus grotescas figuras se agitan
y encandilado por sus antorchas
me arrastran hacia el suelo...

Me duele la cabeza, en mis manos 
una bolsa de carton disimula 
una mujer de busto portentoso,
que se hace rogar a gritos
que se hace llamar ginebra.
Ya no puedo distinguir mi sueño de la realidad, 
no puedo elegir entre una u otra
posibilidad. 
Solo ruego que sea una pesadilla,
y no haber vuelto a caer,
y despertar en mi libertad condicionada
lejos de aquella cárcel
de los vicios y del placer.